Mateo Sujatovich (Conociendo Rusia) de visita por Montevideo: “Yo aprendí a tocar música con rolingas”
Ya hace como una semana que Mateo “El Ruso” Sujatovich está en Montevideo.
Vino para hacer dos shows en La Trastienda, aunque se tenía fe para uno más, y al final serán seis con el de esta noche.
Se considera optimista pero no dejó de sorprenderse por la cantidad de público uruguayo que sabe sus canciones. En su primer día en esta capital, se sacó una foto enfrente a un bar La Pasiva, en una esquina de Pocitos. “Gracias por recibirme así en mi debut charrua! Nos vemos esta noche! Vamo arriba!”, escribió en su Instagram, entusiasmado.
Llegó hasta aquí con dos preciosos discos de Conociendo Rusia, su “banda solista”. El segundo tiene un hit de la historia del rock argentino y se llama “Cabildo y Juramento”, una canción como una novela negra que volvió los ojos sobre un Buenos Aires romántico y atractivo de peligroso, el mismo de ahora, real, pero al mismo tiempo, ficcionado a através de una extraña alquimia que lo devuelve a la época en la que nunca dormía.
Esa capacidad suya para despertar mundos, muy cercanos u olvidados en formas de canción es su gran talento.
Me dijo que nunca puede contestar a la pregunta, ¿cuál es tu película preferida? O disco, o canción. “No tengo favoritos, en el todo está la info”. Ahí llegamos por Luis Alberto Spinetta, del que le gustan todas las épocas, y me sorprende como una rara avis cuando me cuenta que se sabe -y puede tocar- todas las canciones de “Silver sorgo, Para los árboles, Pan, y Un mañana”. Igual, se queda con Bajo Belgrano, el emblemático disco de Spinetta-Jade donde su padre Leo Sujatovich compuso a la par de Luis, aquel inédito swing porteño.
“No hay un artista que suene más a Buenos Aires que Luis, a un Buenos Aires re loco”, dice. Cuando termine acá, Mateo vuelve a su casa a preparar unas fechas importantes en el Teatro Gran Rex.
Un rato antes de la prueba de sonido de su último show en Montevideo, nos encontramos en Macoco, un café entre Palermo y el Parque Rodó con un patio rodeado de hiedras, y un sillón familiar para charlar horas. “Sí, tengo un disco nuevo”, es una de las respuestas a las preguntas que llevé anotadas. “Sale este año, no te puedo decir más, y te estoy dando una primicia”, anunció.
A mi me encanta Buenos Aires, pero siempre parece un infierno. Tu música remite o inspira cierta calma. ¿Vos allá dónde la encontrás?
Entrando y saliendo. Salir te hace querer volver, volver te hace querer salir. Te vas para extrañar, y volvés para pensar otras aventuras. Hace dos meses me fui a España. Estuve un mes de gira allá. Eso me hizo muy bien Me oxigenó mucho la cabeza, y conocí gente nueva. Nosotros es la primera vez que nos vemos. Probablemente sea el primero de varios encuentros, y ahí hay algo que va nutriendo. Conocés nuevas calles, nuevas experiencias, lo que te cuentan, enterarme de que los Charrúas eran indios, como me dijo acá un taxista. Son boludeces pero después te das cuenta de que estás aprendiendo cosas nuevas. Acá pude conocer a Emiliano de No Te Va Gustar, a Nicolás Ibarburu, y estuve comiendo un asado con los chicos de La Vela Puerca. Todo eso está bueno. Y también, tomar distancia de casa, de las rutinas. Aunque yo sea músico y tenga una vida poco estructurada siempre me subo al mismo coche y duermo en la misma cama.
Una vez lo escuché a Ca7riel contando cómo, después de que estudió música en un conservatorio se empezó a relacionar con otros músicos. Arracó en la movida del jazz más selecto, y le resultó antipática. Luego fue encontrando su lugar en otros ambientes. No conozco tu caso pero me podría imaginar, por tu viejo, que habrás tenido la chance de rodearte de grandes músicos. ¿Alguna vez sentiste la exigencia, o el peso de dar la talla?
No fue así en mi caso. Yo iba a un colegio que tenía una orientación musical, pero la verdad es que aprendí a tocar música con rolingas. Compañeros que se tocaban todo en la viola, y así aprendí rock an roll. Esa fue mi escuela. Los jazzeros aparecieron después, cuando empecé a estudiar un poco de música, y me metí en un conservatorio, pero la verdad es que no... Me parecía super interesante y aprendí un montón, pero jamás me puse a tocar dos standards con gente. No tengo esa vivencia, nunca lo vibré. Me parecía muy lindo, me encantaba ver cómo algunos violeros que estudiaban conmigo de repente tocaban unas cosas impresionantes porque se la pasaban estudiando. Y yo no estudiaba un carajo, no me gustaba estudiar escalas, no me entusiasmaba, así que siempre estuve más cerca de los autodidactas rolingas que de los jazzeros.
Te escuché hace poco decir que antes de Conociendo Rusia tuviste una etapa como instrumentista.
Empecé con Juanse como guitarrista, después volví a tocar con él, como bajista, trabajé con Lito Vitale, Marcelo Morello, hice cosas para Disney Channel.
Y ahí sí, te metiste a hacer arreglos, y con los aspectos más sutiles de una canción, que es algo que hoy está muy presente en tu música.
Sí, obvio. Entre que producía,y grababa discos, sacaba muchos arreglos y solos de guitarra. Pero además yo siempre escuché mucha música. Mucha bossa nova, Ryūichi Sakamoto, Bill Evans, Miles Davis, y también un montón de rock and roll. Soy una persona que se involucró en diferentes universos musicales y eso sin querer va entrando en la interpretación propia.
¿Disfrutás de meterte en un estudio a grabar un disco, o mejorar una canción?
Sí, obvio. Me encanta. Disfruto mucho. Aparte son momentos que duran solo un rato. Una gira implica más tiempo, podés hacer muchos shows pero todo eso se sostiene porque estuviste veinte días grabando un disco importante.
En un documental que hiciste sobre Cabildo y Juramento contaste sobre lo importante que era para vos hacerte cargo de los bajos. En tu primer disco los grabaste vos, y en el segundo cediste esa tarea. Quería saber más sobre el rol que juega la sonoridad del bajo en tu música.
Hay algo de cómo llevar la canción. No es lo mismo una ruta si es toda directa, lineal o si tiene muchas curvas, o una pendiente, y para mi eso es el bajo. Es el que te va diciendo acá bailás más, acá menos, voy más derecho, no aparezco, hago como que no estoy, o me hago escuchar. Viste que hay líneas de bajo donde vos decís “en ningún momento me percaté del bajo”, porque ahí el instrumento dijo “estoy acompañando, no me presten atención”, pero de repente dice “acá estoy”. Y eso para mi es parte de la composición del tema. Entonces, todas las líneas de bajo las hago yo. Después si las toco o no, tiene que ver con que hoy tengo un bajista (Juan Gimenez Kuj) que me encanta y es mortal. Pero lo más probable es que si él no participó de la composición, del día donde yo estoy haciendo la primera maqueta, cagó, va a tener que tocar lo que compuse yo.
En youtube hay un concierto muy bueno de Conociendo Rusia en el Midem Latin American Forum. Ese día tu viejo tocó en la banda, y vos dijiste de él: “Es mi héroe de toda la vida”, y que te había salvado, o algo así, esa noche.
Eso lo hicimos en diciembre del año pasado, cuando recién se empezaban a hacer los primeros shows pandémicos. Una vez se suspendió por tormenta, después se pasó para una semana más tarde. Y dos días antes del show, me llama el tecladista y me dice “Che, Rusi, no tengo olfato, no tengo nada, me parece que tengo el bicho, y ayer estuve con el batero”. De repente estaba a punto de hacer un show y me faltaban dos músicos. Así nos acostumbramos los músicos a reprogramar, cambiar que esto, que lo otro. Pero en ese momento dije “necesito un tecladista que pueda aprender los temas en dos días. Bueno, conozco al mejor y es mi papá, así que lo voy a tener que llamar, para que me salve una vez más” A eso se dedican los padres que te quieren ¿no? Y ahí estuvo presente, salvándome las papas.
Acá decimos que Jaime Roos supo inventar el sonido de Montevideo….
Claro, o de una época en Montevideo.
Exacto. Y lo traigo porque tu música también suena a tu ciudad. ¿Tenés una época preferida de tu vida en Buenos Aires?
Creo que mi adolescencia es el Buenos Aires más mío. Cuando tenés veinte, diecinueve, dieciocho, dieciséis, que pateás la calle mucho. Sos pibe, empezás a ser libre. Tus viejos no saben muy bien dónde estás. Tampoco te pueden preguntar demasiado porque ya no sos un bebé. Y te vas a lo de tal amigo, caminás cincuentas cuadras, y por primera vez, andás por un montón de calles que son de tu ciudad. Todo lo que refiera a las primeras veces en la vida son importantes y son lindas. Después cuando vas creciendo, disfrutás de volver a recorrer los caminos que uno ya hizo. Ves el paso del tiempo y cómo las cosas cambian. Eso también es re lindo.
¿Qué discos gastaste de tanto escucharlos?
Miles. De Charly, muchos. De Spinetta, todos. De Fito, muchos. De Los Beatles, todos.
Tuve mi época de rock progresivo. Pink Floyd escuchaba mucho cuando era adolescente, Yes, también.
Después Stevie Ray Vaughan a full. A Mark Knofler lo escucho mucho, tengo un par de discos de él que los gasté mal. A Elvis Costello lo gasté fuerte. Johny Mitchell, mucho.
De Steely Dan escuché todos los discos mil veces, y tengo todos los vinilos de Donald Fagen. Y “Cabildo y juramento”...no voy a decir más nada.
¿Te entusiasma la idea de ir a grabar un disco a Los Ángeles, por ejemplo, o ya no es necesario?
Es una experiencia que quiero hacer. Porque ya de pique me parece que viajar para grabar un disco es interesante. El momento de grabar un disco es muy especial, y si te vas con la banda, y con el productor, es como que le vas sumando condimentos al asunto. Y además, los estudios de afuera, suenan mejor. A no ser que quieras sonar como suenan tus equipos en tu casa. Charly García hizo discos en su casa porque él quería grabar con esas cosas de mierda que lo hacían sonar groso, personal.
La última. ¿Hablabas con Luis?
Sí, hablé muchas veces.
¿Y podrías compartir algo que te haya quedado especialmente?
Para la próxima.
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Texto: @federico_medina76
Fotografías: @alessandro.maradei