“Soy más un busca que otra cosa”: Vicentico pasea en bicicleta por Buenos Aires y le pone música a su universo de fantasías en El Pozo brillante
Hablamos con el músico y cantautor argentino sobre su nuevo disco
“¿Vamos a la casa donde nació el Diego (Maradona)?”. Son tres amigos poniéndose de acuerdo, antes de comenzar a pedalear rumbo a nuevo destino y sin ningún reloj. Uno de ellos es Gabriel Fernández Capello, Vicentico.
“Todo el primer tiempo de la cuarentena acá (en Buenos Aires) fue muy duro para mucha gente, pero la verdad es que yo la pasé bien. Para mi estar en mi casa sin hacer nada es el sumun de la alegría. Básicamente soy una persona vaga, me gusta la vagancia. Quedarme acá fumando porro y mirando por la ventana es mi placer favorito”, reconoce.
“Después, cuando sentí que necesitaba salir afuera y al aire, la bicicleta me salvó la vida. Salíamos con dos amigos a andar por una ciudad desierta. Fue una experiencia que jamás pensé que iba a vivir. Volví a ver Buenos Aires como cuando era chico, y no había autos en las calles; estaban todas vacías, y uno podía andar por cualquier lado sin mirar para cruzar porque no pasaba nada. Volvió a pasar eso y para mí fue un flash. A veces íbamos hasta donde empieza Capital Federal y llegábamos hasta el puerto, o nos metíamos en diferentes barrios a ver las cosas que nos gustan de cada uno. Fue una experiencia alucinante”.
Una tarde de invierno agradable, Gabriel nos recibe por videollamada. Su amable pachorra y el fondo florido de su escenario nos permiten meternos en su hogar sin pensarlo y en modo totalmente confianzudo. Despeinado y ojeroso, prende un cigarro, y recuesta sus codos en una mesa clavada al aire libre. “Tengo buena señal”, agrega, sobre su conexión wifi.
En junio estrenó El Pozo brillante, su séptimo álbum de estudio como solista, el más nuevo de sus discos, en un amplio catálogo que incluye dos registros en vivo, un recopilatorio, más de una decena de bandas sonoras para cine y tevé, y su reconocida y valorada obra con los Fabulosos Cadillacs.
“También hay mucho de entretenimiento musical, y diversión”, advierte sobre estas canciones suyas, presentadas con un cielo estrellado, una especie de astronauta, y tierra sobre un satélite en un verde césped. Efectivamente, hay melodías que invitan a bailar en buena parte del repertorio, como en “Solo para mi”, una canción que sugiere embrujos y esqueletos como anfitriones de la celebración.
“Para mí todos los discos son conceptuales”, dice, cuando le pregunto si se trata de uno que cae en esta categoría. Antes de contestar en serio, me toma un poco el pelo, como homenaje a una de las preguntas más añejas del periodismo musical, cuando todavía los discos de esta especie eran vistos como una hazaña para las limitadas mentes de los músicos de rock a la salida de un estudio de grabación carísimo. O dicho más simplemente, porque este músico argentino disfruta de reírse de casi todo, en ciertos momentos de rutina diaria.
“En mi caso me gusta ponerme bajo el paraguas de una idea. Cuando voy a grabar un disco ya tengo algo previo que me voy imaginando durante un largo tiempo. No es que me ponga obsesivo sino que empiezo a dar vueltas sobre lo que quiero escribir, o hacer, y eso ya es un concepto en sí mismo, y termina siendo como una especie de casita de este disco. Después cada canción es un planeta de ese universo, y algunas tienen que ver con otras de un modo caprichoso, también”.
En “Quién sabe” el artista recita una noticia, y una declaración: “En las cenizas del fuego hay un diamante viejo, brilla como un espejo y esa es mi fe”. Se trata del centro de todas las cosas y seres que habitan en esta historia que se le ocurrió. Parece, sobre todo nocturna, con monstruos simpáticos en la mala, desperdigados en una ciudad en penumbras donde cada protagonista busca una parte o algo que lo rescate.
“Es como la búsqueda de la fe, o tal vez el uso de la fe”, dice sobre esta canción. “A mi me gusta mucho Carlos Castaneda, George Gurdjieff, y todo ese camino esotérico. Castaneda le hace decir mucho a Don Juan, que hay una obligación en creer, porque en esa obligación está el camino, tener fe en que las cosas van a pasar, aunque no pasen. No es la fe de la esperanza, es como algo con lo que ya venís, y ese diamante viejo es mi fe”.
“Es una fe escondida”, me contesta, yendo más allá de mi primera interpretación. Le había dicho que a mi me sonaba a una fe perdida. “Por eso lo del esoterismo. Es algo que está oculto, hay que escarbar y te ponés a buscar. Yo soy más un busca que otra cosa, no es que tenga alguna certeza o que encontré algo. Hay que seguir buscando. O sea, estamos en el pozo. De eso se trata el disco”.
Un sonido perfectamente distinguible y destacado en estas once canciones es el de una percusión voluminosa y atractiva que va marcando los mojones, los peligros y los momentos de libertad y pleno goce de esta aventura: “En eso tienen que ver los dos percusionistas que grabaron en el disco. Lo que hay son muy buenos músicos tocando y el hecho de que nos entendimos muy bien. En buena parte de las canciones toca Gustavo Martelli, “el tano”, un pibe argentino con el que trabajamos muchas veces juntos, y con él nos entendemos solo con mirarnos y algunas señas. Mucho del sonido que usamos viene de la murga y del acercamiento que nosotros tenemos con el mundo de la percusión rioplatense, y también con el gusto por la cosa más caribeña. Y después también toca percusión Mauro Refosco, un chico brasilero que vive en Nueva York. Él es otra clase de percusionista, más artístico. Por ejemplo, en “Tengo miedo” toca unas latas y unas cosas rarísimas”.
Su fábrica de gigantes
Tengo que preguntarle por “Tengo miedo”, mi canción favorita. Un festival sonoro digno de un gran desenlace, que supongo, habrá comenzado con muy poco y en su cabeza: “Sí, justo ese tema, o “Freak”, son canciones con mucha orquesta. A mi me entretiene un montón hacer los demos de eso con máquinas en mi casa y pasarme un rato largo buscando los arreglos. Después, obviamente, cuando estamos grabando surgen otros, y estuvo Sebastián Fuchi (arreglador) trabajando en eso. Pero sí, me gusta tener el demo de esa clase de canciones con todo bastante definido. Mi acercamiento a lo barroco y lleno de cosas, me gusta manejarlo yo. Por más que soy una bestia tocando, tengo mucha relación con los samples y los loops y me gusta armarlo todo. Los arreglos en un punto son medio torpes. En “Freak” por ejemplo, no tanto, pero en “Tengo medio” los arreglos son más brutos, y los hice yo. Quedó como un acercamiento medio punky a la música de las big bands”.
De película
Entre otras, Gabriel reconoce a Tim Burton como una posible influencia para estas canciones: “Puede ser, re. Y después hay un artista alemán, Karel Zelman que siempre me partió la cabeza, y hay mucho de eso, acá. Es un animador viejo de los cincuenta, muy chiflado, que jugaba con objetos como diamantes y gotas de agua. Ese mundo es muy El pozo brillante, y eso mezclado con Juan García Esquivel, el arreglador de los 50. La psicodelia, y la pre psicodelia me re interesan. En el disco hay un montón de audios y sonidos para descubrir”.
Twitter: @fed_medina
Instagram: @federico_medina76